Encontré el trabajo de Anna Atkins, curiosamente buscando información sobre Robert Hughes. Luego Googleé su nombre y aparecen en mi ordenador una serie de imágenes bellas y delicadas, evocadoras de fragilidad, pero al mismo tiempo sujetas a un color entre azul de Prusia y cobalto que les añadían una fuerza particular; imágenes que muy ingenuamente confundí con dibujos o acuarelas y resultaron tener un aura mucho más científica de lo que yo imaginaba.
Anna Atkins (Tonbridge, Kent 1799-1871) fue una botánica inglesa, fotógrafa, y la primera persona en publicar un libro ilustrado exclusivamente con imágenes fotográficas. Considerada entonces como la primera fotógrafa (Título que aún se disputa con Constance Talbot, esposa de uno de los padres fundadores de la fotografía, Henry Fox Talbot), fue hija del reconocido químico, minerólogo y zoólogo John George Children. Adkins quien además de llevar en sus venas la pasión científica de su padre, también tenía una afinidad más próxima al arte y a la correcta manera de conjugarla con la ciencia, capturando las formas delicadas pero precisas de la botánica , con la curiosidad que sólo un científico puede tener.
La familiaridad con el campo fotográfico se adscribe en la vida de Adkins mediante su uso de la cianotipia, el proceso monocromático que da como resultado una copia con un característico color prusia o cian, inventado por John Herschel en 1842, quien siendo amigo de su padre, permitió el acceso de Anna a esta técnica que le facilitaría además, hacer copias de su colección de plantas y flores sin necesidad de utilizar la cámara.
Un giro contemporáneo
La cianotipia como medio artístico, si bien un tanto olvidado, aparece actualmente de forma inspiradora como en los históricos trabajos de Anna Atkins, en las propuestas de las fotógrafas Bárbara Ciurej y Lindsay Lochman, quienes integran procesos tecnológicos digitales, dando a la cianotipia un refrescante y nuevo acabado.
“La historia natural” (2011), es una serie en la cual las formas vegetales revelan, ocultan y se integran con retratos de mujeres en sus años de madurez. “Hemos creado estas imágenes en nuestros jardines al observar, estudiar y comprender el orden natural de las cosas”, aseguran las fotógrafas.
Las flores comparten con las figuras femeninas, esa característica de haber sido utilizadas simbólicamente en la literatura, la religión y la mitología como las conexiones a los misterios del nacimiento, la muerte y la regeneración. La superposición de los retratos con flores reconecta y evoca estos simbolismos proporcionando un contexto para considerar la madurez, en una cultura preocupada por la preservación de la eterna juventud.
Las mujeres que aparecen en las imágenes son amigas, familiares y mentoras de las fotógrafas. Las poses hacen referencia a los bustos romanos que honran linaje y expresan autoridad y dignidad, las formas botánicas y los rasgos humanos aglutinan en cada imagen la sombra y la luz en un flujo continuo, lo material y lo inmaterial se mezclan en jardines de infinitas conexiones.
Podríamos concluir afirmando, que la belleza natural e histórica en las cianotipias de Atkins y el contraste artificial de plantas y rostros que proponen las imágenes de Ciurej y Lochman, nos dejan una pregunta o cuanto más una reflexión, sobre si un medio artístico es realmente poco valorado, o si quienes estamos estancados en una falta de creatividad a la hora de proponer las ideas, somos nosotros como creadores.